domingo, 29 de junio de 2008

Sólo puede quedar uno

Dieciséis selecciones empezaron la Euro 2008 con la ilusión de lograr el título, siendo España y Alemania las que jueguen la final


Hace mucho, mucho tiempo, dieciséis selecciones se reunieron en un lejano paraje para dirimir cual de ellas era la mejor sobre un terreno de juego. Se distribuyeron por Austria y Suiza esperando el momento justo para mostrar sus habilidades.

Como en todo gran torneo que se precie, muchos eran los favoritos para alzarse con la victoria final. Estaba la bella Portugal, encantada de conocerse, con su camiseta ajustada y su pelo engominado. Todo estaba preparado para que su estrella se convirtiera en la reina del baile.

A quilómetros de distancia, la vetusta Alemania esperaba reverdecer viejos laureles desde su castillo de Klagenfurt. Su estilo parecía haber cambiado en los últimos años, abandonando las pesadas armaduras que antaño había vestido para ataviarse con vestimentas más modernas.

Sobre el mismo territorio se habían establecido tres de las mayores potencias de la competición. Holanda, Italia y Francia debían compartir el agua y los víveres para poder subsistir conjuntamente el mayor tiempo posible. Los "oranje" mostraban grandes condiciones para convertirse en los preferidos del público, mientras que a sus compañeros de partida se les respetaba más como "viejas glorias" que por su capacidad real.

Por último estaba España, la eterna candidata que siempre caía en cuartos. Todo el mundo la consideraba entre los elegidos para ganar el título pero, en el fondo, nadie la veía capaz de un logro similar. Aún así, un viejo sabio, de Hortaleza, estaba decidido a enfrentarse a cualquiera para defender la unidad y capacidad de su tribu.

Los primeros encontronazos sólo causaron una víctima de relevancia: Francia. El conjunto comandado por Raymond Domenech se había quedado viejo y desgastado. Sus mejores jugadores ya no ofrecían el mismo rendimiento que hace tan sólo unos años. Ante tal decepción, aparecieron las nuevas sensaciones. Turquía, Croacia y Rusia estaban dispuestas a darlo todo para no ser excluidas del grupo de las distinguidas a las primeras de cambio.

Llegaron las eliminatorias. Ganar o caer en el olvido. Y he aquí las sorpresas. Los portugueses tocaron su último fado ante el rodillo alemán, los croatas sucumbieron ante la pasión turca, la magnífica y clarividente holanda se ofuscó ante la revolución rusa y España asaltó la fortaleza italiana a cañonazo limpio.

Únicamente había ya cuatro selecciones en liza. Parecía muy claro que Alemania pasaría por encima de una mermada Turquía (con nueve bajas). Y ganó, sí, pero lo hizo sudando y sufriendo hasta el último minuto. Los germanos estaban en la última ronda tras volver al pasado. Olvidando todo lo aprendido con Klinsmann en 2006 (en que, todo hay que decirlo, se quedaron a las puertas de la gran final) y apostando por la fortaleza y la contundencia de antaño.

En el otro lado del cuadro, los españoles se deshacían con soltura de Rusia tras dejar atrás a sus fantasmas. Su juego está basado en la posesión del balón, pero también en la calidad de sus futbolistas y en la fuerza del bloque. Volvía a la final tras 24 años de dolorosas ausencias. El domingo, en el estadio Ernst Happel de Viena, sólo puede quedar uno.

Solidaridad defensiva

Luis Aragonés ha conjuntado a un equipo que ha ido adquiriendo los automatismos necesarios para superar con claridad a sus rivales


La defensa de España está que se sale. No es sólo que Puyol, Marchena, Capdevila o Sergio Ramos (recuperado para la causa) jueguen a un gran nivel. La virtud de la selección es que ha adquirido unos automatismos, unas sociedades entre jugadores, que permiten al equipo demostrar una gran solidez. La solidaridad táctica prima en el conjunto de Luis Aragonés, a quien no se le puede negar el mérito de haber confeccionado una plantilla muy unida.

Los centrocampistas tienen claro que entre sus funciones principales también está la de ayudar defensivamente. A Senna se le supone por la posición de mediocentro defensivo que ocupa sobre el terreno de juego. Pero jugadores más creativos como Xavi, Iniesta o Silva asimismo se ponen el mono de trabajo para evitar que los rivales disfruten de grandes espacios.

Este extremo se ha demostrado, sobre todo, antes de que España consiguiera el primer gol. Rusos y españoles estaban disputando un encuentro muy trabado, con una lucha de titanes en el mediocampo. Las opciones de pase para los futbolistas de la "roja" se veían dificultadas por la presión que ejercían los contrarios. Rusia, muy bien aleccionada por Guus Hiddink desde el banquillo, intentaba recuperar rápido el esférico para salir al contragolpe como un rayo y coger desprevenidos a los zagueros.

Puyol y Marchena les veían venir pero no se ponían nerviosos. Era como si los defensas de España hubieran estado toda la Eurocopa preparando este partido. Durante los partidos anteriores, la retaguardia española optaba en muchos momentos por echarse hacia atrás, más cerca de Casillas que del círculo central. Parecía entonces que los zagueros reculaban con demasiada facilidad y que esto dejaba mucho terreno libre para los atacantes rivales. Pero, ante Rusia, esta táctica se demostró acertada.

Pavlyuchenko y Arshavin eran dos islas en medio de un inmenso mar de camisetas amarillas (el color de España, que ejercía de visitante) y aun peor, no les podían buscar la espalda a los defensores con facilidad, lo que dificultaba sus explosivas arrancadas que tanto éxito tuvieron contra Holanda en cuartos.

Al final del partido, las dos estrellas rusas se habían convertido en materia oscura. No es que se olvidaran de jugar, sino que su bajo rendimiento se fraguó con los mecanismos antes mencionados: mucha posesión de balón por parte de España, un centro del campo concentrado en evitar los contragolpes y una defensa metida al borde del área.

Cuando Xavi marcó el primer tanto de la semifinal, todo cambió. Los rusos se vieron obligados a buscar el empate y intentaron un juego más vertical. Aragonés vio claro que era el momento de apostar por futbolistas de diferentes características. Entraron Xabi Alonso y Dani Güiza y España empezó a buscar el contragolpe aprovechando que la retaguardia de Rusia parecía Siberia. El delantero del Mallorca caía perfectamente a las bandas, pero no se olvidó de estar presente en el área para marcar el segundo tanto.

De aquí hasta el final del partido, pasando por el tercer gol, el joven equipo de Hiddink tiró la toalla (como ya hizo tras los dos chicharros de Villa en el primer partido del torneo) y fue una marioneta a manos de España. El entrenador holandés debió ver tan claro que sus pupilos eran incapaces de cambiar el rumbo del partido que desechó incluso la posibilidad de introducir un tercer cambio.

A las puertas de Viena

El equipo de Fatih Terim ha luchado con todas sus fuerzas para llegar a las semifinales de la Eurocopa, remontando tres partidos


El seleccionador turco, Fatih Terim, apodado "Napoleón" por su pasión por la táctica militar, acudió a la Eurocopa con un ejército fuerte preparado para llegar a la final de Viena. Entre sus filas contaba con futbolistas experimentados, curtidos en mil batallas, auténticos veteranos de guerra como Nihat, Hamit Altintop o Emre Belozoglu. A su lado, una nueva hornada de cadetes encabezados por el atrevido Arda Turan iban tomando posiciones dentro de la formación.

Su campaña en tierras austriaco-suizas estaba muy bien preparada. La mayoría de sus soldados procedían del Fenerbahçe, el equipo revelación de la Champions League (donde llegó a disputar los cuartos de final ante el Chelsea tras dejar en la cuneta al PSV Eindhoven, al CSKA de Moscú y al Sevilla), y del Galatasaray, campeón de la liga turca. Además, se reclutaron a los mejores jugadores turcos repartidos en las mejores ligas europeas.

La invasión empezó el sábado 7 de junio, la jornada inaugural del torneo, enfrentándose a Portugal. Era un duro inicio y acabó con una derrota sin paliativos (2-0). Comandados por Pepe, el mariscal de la defensa lusa, y los generales Deco y Joao Moutinho, los hombres de Luis Felipe Scolari vencieron con justicia a un conjunto que demostró tener problemas defensivos. La disputa trajo las primeras bajas. Emre Belozoglu se lesionó y ya no ha podido volver a jugar ni un minuto en la competición.

Tras el primer contratiempo, "Napoleón" Terim buscó soluciones y reubicó a sus tropas para enfrentarse con mayor solvencia a Suiza. Era una revancha tras la derrota que se produjo durante la clasificación para el Mundial 2006, donde los turcos mordieron el polvo y la eliminatoria acabó en una batalla campal. Fue la primera demostración del orgullo y la confianza de los soldados de Turquía, que eliminaron a los anfitriones con un gol en el último minuto. Arda Turan se convirtió en un héroe nacional. El joven centrocampista del Galatasaray compartió sus medallas con su compañero Semih Senturk, que entró al campo en la segunda parte para empatar la contienda.

Los hombres de Terim empezaban a parecerse a la "Grand Armée" que bajó las órdenes del Emperador Napoleón intentó la gesta de conquistar la gran e inmensa Rusia. Los turcos se movían por el campo con una rapidez y una fuerza imparables, tal y como avanzaban las fuerzas francesas por la vasta estepa rusa.

Pocos días después, eran los legionarios checos los que esperaban a la armada turca. En este encontronazo, además, estaba la posibilidad de seguir avanzando en la conquista de la Euro. Los centroeuropeos plantearon un partido abierto, de tú a tú, que no les fue mal durante buena parte de la batalla (0-2 en el minuto 74). Pero, al borde del abismo, el ejército otomano se lanzó en una ofensiva suicida que le dio resultado. Turquía celebró en el minuto 89 su paso a cuartos de final.

Quien esperaba en el siguiente round eran los magníficos guerreros croatas, que había demostrado una gran capacidad y fuerza. Tras muchos momentos de fuegos de artificio, llegó el momento de decidir, de definir el ganador de la contienda. Y, en esto, los futbolistas de Fatih Terim ya eran consumados especialistas. Empataron el partido a pocos segundos del pitido final y, cuando le tocó a la artillería, los turcos demostraron tener cañones más potentes y más precisos que sus rivales croatas.

Pero llegaba el momento de contar las bajas propias y ver si era factible continuar la campaña. "Napoleón" Terim se vio falto de efectivos. Cinco de sus lugartenientes (Nihat, Emre Gugor, Tumer Metin, Servet Cetin y Emre Belozoglu) habían caído en las contiendas anteriores. Otros hombres importantes como Demirel, Turan, Tuncay y Emre Asik estaban sancionados. Aún así, los valientes y desinhibidos otomanos prefirieron luchar hasta el final, enfrentándose tanto al rival como a la "política de tierra quemada" que había mermado sus filas.

El único problema es que, ante ellos, estaba el rodillo alemán. Un combinado compacto y con una gran capacidad de definición. El esfuerzo había sido enorme, pero los futbolistas de Turquía estaban preparados por dar hasta su última gota de sangre. Contra todo pronóstico, hicieron un agujero en la retaguardia rival (0-1). Sin embargo, recibieron un ataque de iguales e, incluso, de más grandes proporciones (2-1). Se rehicieron y, con los puesto y poco más, lanzaron un asalto que les trajo la gloria del gol. Duró poco. Lahm se infiltró tras las líneas enemigas y dinamitó los últimos puentes que aguantaban el equipo de Terim (3-2). Como ya hizo Suleiman el Magnífico en 1529, los otomanos se han vuelto a quedar a las puertas de Viena.

La selección mantiene el estilo

El combinado español apostó por el fútbol de toque frente a un equipo italiano que apostó por aplicar la esencia del 'cattenaccio'


España confió en su juego, en su "nuevo" estilo, en los jugadores técnicos y, sobretodo, en el balón. La selección se ha mantenido fiel a los principios en los que se ha apoyado para disputar esta Eurocopa. Y el destino se lo ha tenido en cuenta. Porque en el fútbol, ganar es muy importante, pero si además, vences jugando mejor que el rival, la satisfacción es mucho mayor.

Italia planteó lo mismo de siempre. Once hombres por detrás del balón, líneas muy juntas y a salir al ataque con tan solo tres futbolistas. Una versión moderna del típico "cattenaccio". Perrotta perseguía a Xavi por todo el campo mientras sus compañeros se dedicaban a tapar a Senna. Querían decapitar a España para que no pudiese pensar.

Los jugadores españoles, por su lado, marcaron el ritmo desde el primer minuto. Toque, toque y más toque. Horizontal para buscar el hueco y, en el momento preciso, un pase vertical para romper el muro "azzurro". Iniesta y Silva eran los que más perseguían el espacio libre para poder disparar.

Buscando centros al punto de penalti, recurso que los hombres de Luis Aragonés intentaron sin éxito, los defensores italianos tenían todas las de ganar. Villa era incapaz de enganchar ningún balón que fuera por alto entre Panucci y Chiellini. Sin embargo, por el suelo, a la espalda de los mediocentros, había una carretera aprovechable. Xavi, Senna e incluso Villa buscaron este espacio entre líneas para resquebrajar la férrea muralla italiana.

Mientras esto sucedía en una parte del campo, en la otra, el combinado español no sufría demasiado. Cassanno buscaba insistentemente el lateral derecho para iniciar sus travesuras. El delantero de la Sampdoria sabía perfectamente que las subidas de Sergio Ramos dejaban un tremendo agujero por este costado. Es por eso que Aragonés insistió a Ramos para que controlara su posición y se olvidara de las incursiones en ataque.

A la par que subía el control de España, con Xavi y Senna llevando perfectamente la manija de España, desaparecían los centrocampistas contrarios. Perrotta no podía controlar al jugador del Barça y Aquilani estaba perdido en el sistema defensivo propuesto por Donadoni.

A medida que pasaban los minutos, el partido iba rompiéndose poco a poco. La defensa española, con Puyol y Marchena inmensos en el marcaje a Luca Toni, tendía a echarse hacia atrás. Esto provocaba que la selección española se estirara tanto que acabó por romperse. La entrada de Cesc y Cazorla por Xavi e Iniesta ahondó en esta sensación. El juego más horizontal de los barcelonistas dio paso a un juego más vertical. Pero sin olvidarse de tener el balón bajo su poder.

Ni en la prórroga renunciaron los futbolistas españoles a mantener la posesión del esférico. A pesar que el oxígeno ya no circulaba por la sangre de los jugadores con la misma fluidez, España siguió empeñada en mantener sus principios. Sólo en alguna jugada aislada, sobretodo en los últimos instantes, rifaron el cuero innecesariamente. Italia, en cambio, aprovechaba estos "descuidos" para quedarse con la pelota. Como decía Cruyff "si tu tienes el balón, no lo tiene el contrario".

Arshavin cambia el destino ruso

El delantero del Zenit ha conseguido, en dos partidos, demostrar que su clase es indispensable para el éxito de la selección de Rusia


En el último partido de la fase de clasificación, Rusia se enfrentaba a la débil Andorra con la necesidad de ganar. Con la victoria en la mano –y la derrota de Inglaterra en Wembley frente a Croacia-, los rusos celebraron su pase a la fase final de la Eurocopa.

Pero aquel encuentro dejaba una nota negativa para el conjunto que entrena Guus Hiddink: la sanción de dos partidos a Andrei Arshavin por su expulsión en el minuto 84. Este hecho, menor para aquellos que creen que un jugador no hace ganar a un equipo, estuvo a punto de impedir que Rusia superara incluso esta fase de grupos.

Arshavin es el mejor jugador ruso del momento. Su participación en el partido contra Suecia fue clave para que su equipo consiguiera el billete para cuartos. Y, ante Holanda, llegó la apoteosis. El delantero del Zenit de San Petersburgo mostró todo su repertorio: velocidad, regate, técnica, habilidad y gol. Espectacular fue su jugada en el segundo tanto. Recogió un pase en el centro del campo, galopada hacia la portería, acelerón para encara a Ooijer, carrera paralela con el defensa, ahora me paro...pero sigo, le ganó un metro a su par y sacó un centro muy estudiado.

"Si la tiro rasa, los zagueros la cogerán fácil. Si la doy a media altura, parecerá un pase medido a las manos de Van der Sar". Por eso, picó el balón y lo levantó a tres metros del suelo, justo donde los dedos del portero holandés no llegaba ni por asomo. Superado el guardameta del Manchester United, el esférico cayó estrepitosamente y quedó franco para que Tobinski lo empujara dentro. La cara de Van der Sar reflejaba el asombro del cancerbero por la gran jugada de su rival.

Nacido en San Petersburgo (29/05/1981), Andrei Arshavin ha desarrollado toda su carrera en el club de su ciudad. Con el Zenit, ha sido campeón de la liga rusa en 2007 (disputó 30 partidos y marcó 11 goles) y, este año, ha ganado de la Copa de la UEFA. Con 27 años recién cumplidos, este fenomenal delantero está estudiando diferentes propuestas para fichar por un equipo extranjero. Le ha llegado la hora de demostrar su clase en un grande de Europa.