domingo, 29 de junio de 2008

A las puertas de Viena

El equipo de Fatih Terim ha luchado con todas sus fuerzas para llegar a las semifinales de la Eurocopa, remontando tres partidos


El seleccionador turco, Fatih Terim, apodado "Napoleón" por su pasión por la táctica militar, acudió a la Eurocopa con un ejército fuerte preparado para llegar a la final de Viena. Entre sus filas contaba con futbolistas experimentados, curtidos en mil batallas, auténticos veteranos de guerra como Nihat, Hamit Altintop o Emre Belozoglu. A su lado, una nueva hornada de cadetes encabezados por el atrevido Arda Turan iban tomando posiciones dentro de la formación.

Su campaña en tierras austriaco-suizas estaba muy bien preparada. La mayoría de sus soldados procedían del Fenerbahçe, el equipo revelación de la Champions League (donde llegó a disputar los cuartos de final ante el Chelsea tras dejar en la cuneta al PSV Eindhoven, al CSKA de Moscú y al Sevilla), y del Galatasaray, campeón de la liga turca. Además, se reclutaron a los mejores jugadores turcos repartidos en las mejores ligas europeas.

La invasión empezó el sábado 7 de junio, la jornada inaugural del torneo, enfrentándose a Portugal. Era un duro inicio y acabó con una derrota sin paliativos (2-0). Comandados por Pepe, el mariscal de la defensa lusa, y los generales Deco y Joao Moutinho, los hombres de Luis Felipe Scolari vencieron con justicia a un conjunto que demostró tener problemas defensivos. La disputa trajo las primeras bajas. Emre Belozoglu se lesionó y ya no ha podido volver a jugar ni un minuto en la competición.

Tras el primer contratiempo, "Napoleón" Terim buscó soluciones y reubicó a sus tropas para enfrentarse con mayor solvencia a Suiza. Era una revancha tras la derrota que se produjo durante la clasificación para el Mundial 2006, donde los turcos mordieron el polvo y la eliminatoria acabó en una batalla campal. Fue la primera demostración del orgullo y la confianza de los soldados de Turquía, que eliminaron a los anfitriones con un gol en el último minuto. Arda Turan se convirtió en un héroe nacional. El joven centrocampista del Galatasaray compartió sus medallas con su compañero Semih Senturk, que entró al campo en la segunda parte para empatar la contienda.

Los hombres de Terim empezaban a parecerse a la "Grand Armée" que bajó las órdenes del Emperador Napoleón intentó la gesta de conquistar la gran e inmensa Rusia. Los turcos se movían por el campo con una rapidez y una fuerza imparables, tal y como avanzaban las fuerzas francesas por la vasta estepa rusa.

Pocos días después, eran los legionarios checos los que esperaban a la armada turca. En este encontronazo, además, estaba la posibilidad de seguir avanzando en la conquista de la Euro. Los centroeuropeos plantearon un partido abierto, de tú a tú, que no les fue mal durante buena parte de la batalla (0-2 en el minuto 74). Pero, al borde del abismo, el ejército otomano se lanzó en una ofensiva suicida que le dio resultado. Turquía celebró en el minuto 89 su paso a cuartos de final.

Quien esperaba en el siguiente round eran los magníficos guerreros croatas, que había demostrado una gran capacidad y fuerza. Tras muchos momentos de fuegos de artificio, llegó el momento de decidir, de definir el ganador de la contienda. Y, en esto, los futbolistas de Fatih Terim ya eran consumados especialistas. Empataron el partido a pocos segundos del pitido final y, cuando le tocó a la artillería, los turcos demostraron tener cañones más potentes y más precisos que sus rivales croatas.

Pero llegaba el momento de contar las bajas propias y ver si era factible continuar la campaña. "Napoleón" Terim se vio falto de efectivos. Cinco de sus lugartenientes (Nihat, Emre Gugor, Tumer Metin, Servet Cetin y Emre Belozoglu) habían caído en las contiendas anteriores. Otros hombres importantes como Demirel, Turan, Tuncay y Emre Asik estaban sancionados. Aún así, los valientes y desinhibidos otomanos prefirieron luchar hasta el final, enfrentándose tanto al rival como a la "política de tierra quemada" que había mermado sus filas.

El único problema es que, ante ellos, estaba el rodillo alemán. Un combinado compacto y con una gran capacidad de definición. El esfuerzo había sido enorme, pero los futbolistas de Turquía estaban preparados por dar hasta su última gota de sangre. Contra todo pronóstico, hicieron un agujero en la retaguardia rival (0-1). Sin embargo, recibieron un ataque de iguales e, incluso, de más grandes proporciones (2-1). Se rehicieron y, con los puesto y poco más, lanzaron un asalto que les trajo la gloria del gol. Duró poco. Lahm se infiltró tras las líneas enemigas y dinamitó los últimos puentes que aguantaban el equipo de Terim (3-2). Como ya hizo Suleiman el Magnífico en 1529, los otomanos se han vuelto a quedar a las puertas de Viena.

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